FELIZ AÑO, DINAMITA

Sacan coches aplastados, con los cristales reventados, y el olor del humo se hace cada vez más intenso. Al empujar la puerta de entrada a la terminal, acerco la mano al cristal casi estallado, pero que sigue ahí, aguantando, como una estrella macabra. Me adentro en un laberinto de abrigos y maletas, de latinoamericanos y europeos que avanzan rozándose y empujándose unos a otros divisando colas que desesperarían al más paciente. Y sin embargo no hay histeria, ni malos modales, ni insultos. Es infernal, pero la mayoría somos emigrantes y tenemos experiencias con distintos tipos de infiernos. Se impone el pragmatismo, nos ayudamos, pasamos la información cuando no funcionan las pantallas.

Una voz avisa a los colombianos, guatemaltecos y ecuatorianos de que sus vuelos saldrán al día siguiente. Suerte, le digo al guatemalteco, que se pierde, tan pequeñito como es, en esa masa que se lo traga todo. Hago cálculos. Ya no pasarán el fin de año con sus familias. Y esperemos que las madres y los padres y los hermanos no estén con el alma en vilo. Se nos atragantó a todos la Nochevieja.

Consigo mi tarjeta de embarque de una maquinita, entrego mi minimaleta después de que otros hagan malabarismos con sus maletones y corro unos cuantos kilómetros de obstáculos con mochila al hombro hasta mi puerta de embarque. Salimos con una hora de retraso y me quedan 20 minutos. Quiero acabar el libro que me compré ayer.
El humor es el mejor chaleco salvavidas en situaciones extremas, lo extremo en lo cotidiano. No hace falta inventar mucho.

Ayer mismo, sin ir más lejos, llegué tarde a una cita con una amiga que no veía desde hace un año porque había un cadáver en la vía. Es cierto, la línea de tren estaba cortada. Una señora pregunta: ”¿ y se ha suicidado o lo han matado?”. No sabemos señora, contesta el de seguridad. Ante la falta de información salí volando a la estación de metro de Aviación Española, que es nueva, pero existe, y un tren supersónico me llevó en cuarto de hora a mi destino.

A pesar de todo, antes de lo que ha pasado hoy no conocía ese olor que te mete una bomba recién estallada por todo el cuerpo. Siempre está uno a tiempo de experimentar algo nuevo mientras no entre por azar en ese túnel del fin del tiempo. Y así respiro sus partículas, que eran vidas.

Fotos tomadas en la Terminal 4 de Barajas. © texto y fotos Agencia TESS

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